A sus 93 años, Emilio vive con su esposa, Mague en “El Saucillo de Abajo”, un espacio desértico en el ejido San Martín de las Vacas de Ramos Arizpe, donde no hay luz eléctrica y sí muy poca agua.
Por Andrea Palacios
Coahuila, 20 de noviembre (Vanguardia).- Se dice que Coahuila es cuna de la Revolución, pero no se cuenta tanto la historia de algunos caudillos que le dieron un giro determinante a esta guerra. Ese es el caso de Jesús Guajardo. ¿Por qué un hombre acostumbrado al campo de batalla se arrepiente de su mayor logro militar?
Fue el domingo 10 de abril de 1919 cuando Jesús María Guajardo Martínez, originario de Candela, Coahuila, le dio muerte a Emiliano Zapata. Fue por órdenes de su superior, Pablo González Garza, del Ejército Constitucionalista, así lo confirmó una carta que fue escrita por el historiador Rafael González Guajardo.
Y aunque el cadáver del Atila del Sur fue exhibido públicamente, los rumores se desataron.
Por ejemplo, se dijo que el asesinado en la hacienda de Chinameca, Morelos, no había sido el propio Zapata, sino el doble que usaba cuando presentía peligro. ¿De dónde viene esto?
Dicen los que conocieron al verdadero Zapata, que en la mejilla derecha tenía un lunar muy distintivo. Y que el del cadáver más bien parecía artificial, como una mancha y no una protuberancia.
Otra versión señala que el cuerpo tenía todos los dedos completos cuando el mismo Emiliano Zapata había perdido su dedo meñique practicando charrería.
La tradición oral también dice que Zapata huyó de la ciudad montado en un caballo blanco para después trasladarse a Arabia y refugiarse con un amigo.
Muerto o no, Zapata y su grupo fueron atacados por el coahuilense Jesús María Guajardo Martínez a quien se le conocía como “El demonio de los ojos verdes”. Y si bien sobra decir el motivo de su apodo, lo que sí conviene desmenuzar es la vida de este importante revolucionario.
EL DEMONIO DE LOS OJOS VERDES
Jesús nació en la ciudad de Candela, Coahuila, el 29 de agosto de 1893. Fue hijo de Juan José Guajardo Tijerina y de María Martínez Barreda.
Cursó sus primeros estudios en la Escuela Oficial número 2 (ahora el Ateneo Fuente) que entonces se encontraba frente a la plaza de San Francisco.
Posteriormente, Guajardo se trasladó a la ciudad de Monterrey para continuar su preparación académica en el Colegio Civil, donde enfocó su futuro en la carrera militar que realizó durante la segunda década del siglo XX.
Se unió a las filas de Pablo González Garza, militar que luchó contra el Ejército Liberalista del Sur de las fuerzas de Emiliano Zapata, dice el texto compilado en el libro “Candela, promesa cumplida que resiste al tiempo”.
En ese tiempo, Guajardo logró el grado de coronel que le fue concedido por su superior debido a sus capacidades y méritos militares.
Pero cuando de guerras se trata, es complicado argumentar quiénes son los buenos y quiénes los malos.
Y es que en 1915, Jesús María Guajardo, siguiendo las órdenes de González Garza, fusiló a 180 personas en la localidad de Tlaltizapán. Lo anterior por el delito de no haber saldado un impuesto y simpatizar con los zapatistas, según refieren los Relatos e Historias de México.
Cuatro años después vino el encuentro con Zapata.
Para dar un mayor contexto, cabe precisar que Pablo González Lara estaba bajo las órdenes del coahuilense Venustiano Carranza, que para entonces ya era presidente de México.
La instrucción fue que Guajardo se hiciera pasar por un nuevo integrante de las filas de los zapatistas.
Pero no fue tan fácil. Cuando el candelense se presentó con el Caudillo del Sur, este último le pidió una prueba de honestidad.
Para demostrar confianza, Jesús Guajardo entregó a medio centenar de soldados. Venían con sus armas y municiones. El argumento es que se les había capturado mediante engaños.
Pero todo esto era parte del plan carrancista. La supuesta captura la había autorizado Pablo González.
De manera que lo pretendía ser la ofrenda para Zapata en la hacienda de Chinameca, era en realidad una emboscada en su contra. Una emboscada que terminó con la muerte del originario de Anenecuilco.
Luego de este enfrentamiento, Jesús María Guajardo fue ascendido al cargo de general por órdenes directas de Venustiano Carranza. Además de esto se le ofreció un botín de 50 mil pesos en monedas de oro como recompensa. Si lo acepto o no, eso no quedó registrado en la historia.
EL ETERNO ARREPENTIMIENTO
Aunque es un hecho que el coahuilense Jesús María Guajardo mató a Zapata, relatos compilados en libros de Rafael González Guajardo y Pedro Tijerina Ortegón afirman que el caudillo vivió toda su vida arrepentido de haber cometido tal encargo.
Emilio Carranza, descendiente del expresidente Venustiano, comentó al respecto que la función de un General es asegurarse de que las cosas se hagan. “Y eso fue lo que hizo precisamente Guajardo: cumplir con la encomienda”.
A sus 93 años, Emilio vive con su esposa, Mague en “El Saucillo de Abajo”, un espacio desértico en el ejido San Martín de las Vacas de Ramos Arizpe, donde no hay luz eléctrica y sí muy poca agua.
El padre de Emilio, Cándido Carranza, fue otro de los caudillos que participaron en los estragos de la revolución mexicana que llegaron hasta el norte de México.
De ahí que los argumentos vengan de la experiencia, del campo de batalla, de los compañeros caídos, y no de la especulación.
Volviendo a los conflictos de la época, los cambios políticos no esperaron. Carranza dejó la Presidencia en mayo de 1920 y lo sucedió Adolfo de la Huerta.
“El demonio de ojos verdes” se levantó en armas contra el nuevo Presidente en Torreón, Coahuila. A pesar de la experiencia, el caudillo fue derrotado por el General Eugenio Martínez. Huyó hasta refugiarse en Monterrey donde fue aprehendido y fusilado el 17 de julio de 1920.
Según los relatos, la muerte de Guajardo fue celebrada por los zapatistas aliados al Gobierno del nuevo Presidente de México. Y es que simbólicamente representó la venganza de Emiliano Zapata.
Sobre el fusilamiento del caudillo Guajardo ocurrido en 1920, Emilio Carranza añade:
“Le decían que huyera para Macuyú pero él no quiso huir; Macuyú está aquí en General Cepeda. Le decían que se fuera, pero dijo que no, que él era un hombre. No quiso irse y lo fusilaron”.
En memoria de este hombre con claroscuros se nombró “Guajardo” a un ejido de Ramos Arizpe que está a 100 kilómetros de “El Saucillo de Abajo”.